sábado, 26 de diciembre de 2009

NO TE VALORAN ? ¡Hazte respetar!


Las relaciones saludables se basan en los límites establecidos y son enriquecedoras y prácticas. Las relaciones son dañinas y disfuncionales cuando son demasiado íntimas o demasiado distantes, demasiado rígidas o demasiado flexibles. Debido a que son los hombres quienes establecen fronteras en la mayoría de las culturas, las mujeres nunca tienen la oportunidad de fijar límites, y las mujeres que no establecen límites dejan que otras personas infiltren sus vidas de modo inapropiado. Esas mujeres tienen dificultad en determinar cuándo algo no es asunto de nadie más que de ella. Como resultado sufren de falta de privacidad en su espacio mental, emocional y físico
¿Te has hecho respetar?
¿En las últimas semanas, has vivido un momento donde te ha tocado darte a respetar? Si no te diste a respetar, ¿por qué no lo hiciste? Si tu respuesta es "SI" comparte tu historia conmigo.

Mientras más claramente tracemos nuestros límites, más saludables seremos como individuos y como pareja en cualquier tipo de relación. Las fronteras definen lo que es apropiado que sintamos, limitan lo que permitimos que nos afecte y nos recuerdan lo que podemos rebasar. Las fronteras determinan cómo permitimos que otros nos traten, y es crucial que delimitemos nuestros territorios en todos los aspectos de nuestras vidas. Verás que cuando tomes la decisión de establecer y jugar de acuerdo a tus propias reglas, la actitud de otros cambiará. Cuando aprendemos a ignorar la crítica gratuita de nuestros familiares, a poner oídos sordos a comentarios que sabemos nada tienen que ver con nosotras, nuestros parientes comenzarán a tratarnos con más respeto. Cuando demostramos fuerza de una manera correcta y cordial, veremos que realmente podemos controlar cómo nos trata la familia y todos los demás. La mayoría de las mujeres realmente desean dar fin a la irrespetuosidad de la que son objetos, pero no saben cómo hacerlo. A pesar de que intelectualmente creemos que es apropiado expresar nuestra opinión, nunca nos dijeron que teníamos el derecho a hacerlo. Solamente nos enseñaron, sin más explicación, que no debíamos hacerlo. Como resultado, creemos que la irrespetuosidad es algo malo pero no sabemos por qué. Una de las maneras en que las mujeres tratan de esconder su vergüenza por permitir que les falten el respeto es restándole importancia, y por lo tanto dejando que continúe. La realidad es que por mucho que tratemos de minimizar la falta de respeto, siempre nos afectará subconscientemente, y nos hará dudar de nosotras mismas. Debemos valorizarnos lo suficiente como para creer que vale le pena defendernos.

En otras palabras, es crucial que exijas respeto o aceptes las consecuencias si no lo haces. Una vez fijas tus límites, estarás mejor preparada para definir aquello que es aceptable o inaceptable en tu vida. Nos merecemos que todas las personas que forman parte de nuestra vida nos traten con respeto, incluidos nuestros padres y familiares, no importa su edad. Tenemos que demostrar a través de nuestras acciones que no toleraremos que nadie se pase de la raya. Recuerda: siempre tienes el derecho de decir, "Por favor, no me hable de esa manera". La mayoría de las mujeres tienen dificultad con este concepto. ¿Por qué? Porque sentimos que no merecemos mejor tratamiento y que no tenemos el derecho a exigir respeto. Si un pariente nos dice que estamos equivocadas o que somos estúpidas o débiles, ¿qué nos prohíbe mirar a esa persona a los ojos y decirle, con serenidad y fuerza interna, "Pues, no lo soy. Esa es tu opinión, pero por favor no vuelvas a faltarme el respeto hablándome de esa manera". El problema se agrava cuando nos acostumbramos a dejar que nuestros familiares nos hablen de una manera negativa, ya que esa tolerancia se traspasa a otras áreas de nuestras vidas. Ahí es cuando nuestras fronteras nos salvan o nos hunden, nos reprimen o nos hacen indomables. (Tomado de AOL LATINO)